sábado, 28 de diciembre de 2013

En 2014 seguiremos machacando con la música antigua

En febrero de 2014 este blog cumplirá tres años. La verdad es que cuando lo abrí no sospechaba que tendría tanto que decir sobre música antigua. Pero lo cierto es que los posts se han ido sucediendo regularmente, aunque no con poco trabajo de documentación y redacción.

Lo más interesante de todo esto es que lo que empezó como una iniciativa estrictamente personal me ha permitido colaborar en otras publicaciones digitales especializadas. En mayo de 2011 me fue publicado el primer artículo en Coralea.com y un año después entré a publicar semanalmente en MúsicaAntigua.com. Ni que decir tiene que trabajar en equipo con otros es mucho más gratificante...

Yo empecé a escribir en Soledad Tengo de Ti para intentar transmitir a gente no familiarizada con la música de épocas distantes en el tiempo su valor, y sobre todo, lo que me más me gustaba a mí de ella. Por suerte o por desgracia, algunos textos de los blogs en los que participo llegan a profesionales del sector y no son pocas las correcciones y matizaciones que recibo en forma de comentarios. Sin embargo, este año me han llegado en alguna ocasión verdaderas lapidaciones desde el mundo académico, conminándome a dejar escribir sobre lo que, consideran, no tengo ni idea.

A dichos ataques he contestado que los cuatro pardillos que escribimos sobre esto, “sin tener ni idea”, contribuimos no poco a atraer a la gente a este tipo de música de la que viven estos lumbreras que nos critican, y que parece que quieren que su entorno siga siendo un jardín muerto y decadente que no interesa a nadie. Por supuesto, esto no va con la mayoría de los expertos y músicos con los que he empezado a tratar, especialmente a través de redes sociales, y que son gente muy maja, accesible, y agradecida, si se habla de su trabajo en un blog, por humilde que éste pueda ser.

Pero con todo, como dicen los famosos en los programas del corazón, el balance es positivo: a pesar de que me duelen las críticas destructivas sobre mis textos, hay motivos suficientes que me animan a seguir adelante.

No obstante, pido perdón por todas las inexactitudes y por la falta de rigor académico que pueden, solamente a veces creo, presentar mis textos. También quiero recordar que la música antigua no es una ciencia exacta sino más bien una labor de arqueología y reconstrucción. Y que el último fin es pasarlo bien con algo que nos gusta y disfrutar de esos sonidos que nos hacen viajar en el tiempo.

En fin, que os agradezco mucho a los que leéis esto vuestro interés y ojalá que consiga convertir a nuevos acólitos de los sones de la vihuela y la viola de gamba.

Feliz año 2014, en el que seguiremos incordiando con los temas más peregrinos.

domingo, 22 de diciembre de 2013

El dulce tormento del amor según Dolce Rima (Madrid, 21 de diciembre)

¡Qué mejor manera de empezar las Navidades que asistiendo a un recital de música renacentista y barroca a cargo del dúo/trío valenciano Dolce Rima! Y además en un marco tan adecuado como la Iglesia de las Mercedarias de la Purísima Concepción, un templo barroco situado en el castizo barrio de Chueca, a dos pasos de la plaza del mismo nombre.

Debo reconocer que no soy imparcial en este tema y que desde que recibí el primer y único CD del conjunto el verano pasado (en cuya producción participé como micromecenas) me he aficionado a la propuesta musical del dúo, ampliado a trío, compuesto por Julieta Viñas (soprano), Paula Brieba (cuerda pulsada) y Carlos Peiró (percusión). Es por ello que no podía faltar a su puesta de largo en Madrid.

El programa que interpretaron ayer sábado en la capital no podía resultar más atractivo para un fanático de la música antigua: una primera parte centrada en la música de los cancioneros españoles de la primera mitad del XVI, protagonizada por la vihuela, seguida de una selección de temas amorosos italianos del XVII acompañados de tiorba.

De esta forma, comenzamos escuchando piezas de Pisador, Daza o Narváez, amén de otras anónimas del Cancionero Musical de Palacio, que son en gran medida las que engrosan el CD de Dolce Rima Al alba venid, para acabar saboreando la dulzura y la pasión que encierran los acordes de las piezas de autores como Merula, Frescobaldi, Barbara Strozzi o el propio Monteverdi.

Y el hilo conductor del recital, el nexo de unión entre la música de esas dos épocas, fue el amor, el dulce tormento que alabaron y denostaron con igual ímpetu los poetas del Renacimiento y del Barroco. Se trata de una costumbre de Paula y Julieta, a mi juicio muy oportuna, el contextualizar sus repertorios dotando a las piezas individuales de un sentido dentro del conjunto, desarrollando de esta forma un discurso coherente y atractivo. Cada tema interpretado aporta una visión adicional del motivo principal, el amor en este caso, desde distintas situaciones y épocas, construyendo un fresco de una gran riqueza cromática.

Durante toda la primera parte del recital la voz de Julieta Viñas estuvo acompañada por la vihuela interpretada por Paula Brieba. El problema de este instrumento es su escasa sonoridad en espacios amplios, por lo que mezclado con un registro de voz elevado, puede escucharse muy apagado. No obstante, se pudo apreciar de forma suficiente  la habilidad y precisión de los dedos de Paula en las cuerdas de la vihuela, aunque el frío reinante en el templo le obligaba a restregarlos entre pieza y pieza para entrar en calor.

En cualquier caso, en los temas de ritmo más rápido como Falai miña amor o Guárdame las vacas, el sonido realmente se proyectaba a través de las naves de la iglesia, con el refuerzo de la acertada percusión de Carlos Peiró, que por cierto, le hizo la réplica masculina a la voz de Julieta en Guárdame.
 
El segundo bloque de la actuación, el italiano, nos aclaró por qué a lo largo del siglo XVI se inventó la tiorba para acompañar al canto. La potencia del sonido que emiten las cuerdas de este instrumento es muy superior a la de la vihuela o el laúd, y el acompañamiento instrumental no resulta anulado por la voz humana. Y hay que decir que Julieta Viñas ofreció una soberbia lección de canto, empoderándose en los registros más altos, especialmente en esta segunda parte.

Fue el segundo bloque de una extrema belleza y sensibilidad, destacando a mi juicio sobre las otras piezas,  Folle è ben che si crede de Tarquinio Merula y Si dolce è il tormento de Claudio Monteverdi.

En suma, resulta una experiencia muy grata y enriquecedora el escuchar a Dolce Rima en directo, y sus fans nos preguntamos, ¿para cuándo un segundo disco sobre música italiana del siglo XVII?

domingo, 15 de diciembre de 2013

La lira viola mató a la estrella del laúd

Si el XVI fue el siglo del laúd en Inglaterra, no pocos expertos definen en XVII como el siglo de la viola. Ya el capitán Tobias Hume en 1605 profetizaba en sus Musicall Humours que “Gambo Violl shall with ease yeelde full various and as devicefull Musicke as the Lute”. Es decir que la viola llegaría a ser tan versátil y fértil en sonido como el laúd. Parece ser que este vaticinio no le sentó muy bien al maestro laudista John Dowland, pero no he conseguido confirmar esta afirmación.

Y de todos los tipos de viola que poblaron la época, destaca la denominada lira viola (en inglés lyra-viol o harp-viol), un instrumento más ligero que otros de la misma familia, que además admitía una afinación variable o scordatura. Constaba de un puente redondeado que facilitaba el interpretar acordes.

El músico e investigador Fernando Marín establece la probable ascendencia de este instrumento en la lira da braccio y la lira da gamba italianas.

La introducción de la lira viola en las Islas Británicas es atribuida al músico boloñés Alfonso Ferragoso, que además de ser amigo de William Byrd estuvo al servicio de la reina Isabel desde 1562, aunque posteriormente cayó en desgracia acusado de asesinato. Pero esa es otra historia que merecería un post aparte.

El caso es que abundaron en la época los libros de música para este instrumento, entre los que destacan First Part of Ayes (1605) y Captaine Hume’s Poeticall Musicke (1607), del citado capitán Hume, y First Book of Ayres (1610) y Second Book of Ayres (1612) de William Corkine.

También aparecen manuales para tocar la lira viola, siendo los más renombrados el de John Playford, Musick’s Recreation on the Lyra Viol (1652), el de Christopher Simpson, The Division-Violist (1659), y el de Benjamin Hely, The Compleat Violist (1699).

Diversas eran las formas que adquiría la música de viola: interpretándose como un instrumento en solitario, en conjunto con otra violas o instrumentos distintos,  o acompañando al canto, un formato muy de moda durante toda la primera mitad del siglo XVII.

Una particularidad de la música escrita para grupos de liras violas es la “relación igualitaria entre las partes”, como subraya John Cunningham en un artículo de Viola da Gamba Society Journal. Se refiere a que cada parte de los dúos o tríos suelen ser relativamente completos desde el punto de vista armónico y rítmico. De esta forma, música escrita para conjuntos de este instrumento pueden habernos llegado como solos.

El profesor Fernando Marín es uno de los más renombrados expertos españoles en este particular instrumento y en el vídeo siguiente interpreta Shall a smile de William Corkine junto a la soprano Nadine Balbeisi. La cuerda frotada de la viola combinada con la voz humana crea una textura sonora dulce y envolvente, a la vez entrañable y seductora.


sábado, 7 de diciembre de 2013

Enrique VIII, el músico que no amaba a las mujeres

Aquellos no demasiado versados en la historia de Inglaterra probablemente le recuerden solamente como el mayor maltratador de mujeres de todos los tiempos: de seis esposas que tuvo dos fueron ajusticiadas por él y de otras dos se divorció, algo que en su época suponía un rechazo público y una gran afrenta para la repudiada. A otros en cambio les sonará su nombre como el del monarca que rompió los lazos de su país con el Vaticano creando la Iglesia de Inglaterra, una variante local del culto protestante

Pero lo cierto es que Enrique VIII Tudor, aparte de la proyección de sus problemas con las mujeres y de sus decisiones políticas que nos ha llegado, fue con diferencia el rey europeo de su época más implicado con la música, albergando en su corte a la flor y nata de los músicos de aquella primera mitad del siglo XVI. Aparte de su faceta como mecenas de las artes, el propio Enrique fue un gran intérprete y un no menos destacado compositor.

Aunque es cierto que los manuales para monarcas que circulaban por las cortes renacentistas, como El príncipe de Maquiavelo o El libro del cortesano de Castiglione, establecían la obligación de que los mandatarios protegiesen y estimulasen el cultivo de las bellas artes, parece ser que la pasión musical del rey Tudor iba más allá que el mero fomento de la cultura, como diríamos hoy en día.

Enrique VIII, nacido en 1509, recibió una educación  muy completa para la época en todos los sentidos, de forma que, como le describe Sagudino, el embajador de Venecia:
“Habla francés, inglés y latín, y un poco de italiano, toca bien el laúd y el clavicordio, canta leyendo de libro, tensa el arco con más fuerza que cualquier hombre de Inglaterra y justa de maravilla”.
Su afán de promover y apoyar la música le lleva a rodearse en su corte de un gran número de profesionales procedentes de toda Europa. Se cuenta que mientras su abuelo Eduardo IV solamente dio empleo a cinco músicos en la corte, él llegó a tener cincuenta y cuatro. Se puede detectar en los escritos de la época la presencia en Inglaterra entre otros de Philip van Wilder, compositor e intérprete de laúd;  Domynyk y Adryan, trompetistas; Guillam Troche y Piero Guye, flautistas; Hans Aseneste, violero; y especialmente, Benedictus de Opitiis y Dionisio Memmo, organistas de su majestad,que gozaban de su amistad y del privilegio de acceder a sus aposentos.

Existe una obra que ha llegado hasta nosotros y que recoge las composiciones que sonaban en la corte del monarca Tudor. Se trata del llamado Libro o Manuscrito de Enrique VIII, que es el equivalente británico a nuestro Cancionero de palacio, y que incluye más de 100 melodías de los músicos cortesanos de las cuales 33 están firmadas por el rey Enrique. Por lo general son composiciones para ocasiones o eventos específicos, muchas de las cuales versan sobre el amor.

Gran parte de las piezas que contiene el Manuscrito son canciones para su interpretación vocal, aunque también están presentes los temas instrumentales que se denominan consorts. Existe un problema con las composiciones instrumentales del monarca y es que el libro no deja claro para qué instrumentos están escritas e incluso, en algunos casos, se presume que pueden ser ejercicios de práctica musical no destinados a la interpretación pública.

Corre la leyenda por los terrenos de la música antigua de que la popularísima canción Greensleves fue compuesta por Enrique VIII. Incluso se especuló con que la dama de mangas verdes que protagoniza la pieza era nada menos que Ana Bolena. Pero los expertos tienden a rechazar esta tesis pues la canción tiene una influencia italiana en su composición que es de una tendencia que llegó a las costas británicas después de la muerte del rey en 1547. 

No obstante, Enrique VIII consiguió lanzar un megahit, como diríamos ahora, que se llamó Pastime with Good Company. Parece ser que la melodía pegadiza y la letra pronto se extendieron por toda la corte e incluso al inframundo de las tabernas y calles londinenses. Isabel I, la hija de Enrique, que era una excelente intérprete de tecla, siempre la distinguió como su canción favorita.

Por último destacar que Enrique VIII fue también un gran coleccionistas de instrumentos musicales. Se habla de que poseía 78 flautas, 10 trombones, 14 trompetas, 5 gaitas... y muchos más.

Se trata en suma de un hombre con un gran talento y sensibilidad artística. Una sensibilidad musical que no tuvo para con el género opuesto, este rey-músico que no amaba a las mujeres.