sábado, 30 de noviembre de 2013

Sebastián Aguilera de Heredia, el organista de la Seo de Zaragoza

Para algunos el aragonés Sebastián Aguilera de Heredia es el digno sucesor de la grandeza de Antonio de Cabezón en el campo de la música para tecla española; para otros, sus aportaciones a la historia de la música no son excesivamente originales pero influyen en los grandes organistas del barroco español como el sevillano Francisco Correa de Arauxo.

Lo cierto es que el primer organista del siglo XVII de la Seo de Zaragoza bien puede constituir el eslabón que conecta la técnica de la tecla del Renacimiento con la de los siglos posteriores.

El siglo XVII es una época en la que la escuela orgánica española presenta un relevante florecimiento, principalmente por las competencias exigidas para ocupar la plaza de organista en las iglesias, que impulsaron la gestación de profesionales de la tecla altamente cualificados. Francisco José León Tello lo expresa con las siguientes palabras en la obra Historia de la cultura española de Ramón Menéndez Pidal:
“Nuestros instrumentistas no fueron sólo tañedores: compusieron un rico repertorio de obras de diversa disposición en las que se pone de manifiesto la evolución de la polifonía; maestros en la escritura contrapuntística, contribuyeron poderosamente al desarrollo de la armonía”. 
Sebastián Aguilera de Heredia, nacido en 1561, inicia su carrera en Huesca,  primero como organista de San Pablo y desde 1585 ejerciendo como tal en la catedral de la ciudad. Fueron estos dieciocho años muy fructíferos en su actividad compositora.

No obstante, en 1603 es nombrado organista de la Seo de Zaragoza, al morir su predecesor en el cargo, Juan Oriz. Un puesto de singular importancia para un músico de su época. Da cuenta de su prestigio profesional el hecho de que se le dispensa de la asistencia a las horas del oficio litúrgico en el coro, excepto los días más solemnes, como atestigua un acta del templo de 1605:
“Atendido que mosén Sebastián Aguilera es persona eminente en el ministerio de organista y que la iglesia le desea acomodar en lo que pudiere, le hacen merced de eximirle de la obligación de residir en el coro en las horas canónicas, con tal, empero, que no haga falta en los días solemnes en los cuales se hubiere de tañer el órgano… y asimismo que el Cabildo irá viendo dónde le podrá acomodar de casa para adelante”.
Era ésta una medida utilizada para premiar e intentar retener el talento de los músicos más valorados y considerados.

Sobre la calidad de Aguilera como compositor, destaca Santiago Kastner  en su obra Contribución al estudio de la música española y portuguesa (1941) las siguientes virtudes técnicas de sus composiciones:

  • Una lógica y clara construcción que no resulta árida ni cerebral.
  • Tendencia a concentrarse en un solo tema, eludiendo las divagaciones temáticas.
  • Cultivo de la forma en dos o tres secciones, en las que el tema unitario a aparece diferenciado y modificado por otro ritmo y otros valores, variando también el compás de sección a sección.
  • Generosa riqueza armónica y cromática sin perder por ello la sobriedad.
  • La técnica le sirve para fines expresivos pero no para exhibir destreza o mecanismo.
  • Sencillez en la expresión musical con un lenguaje noble y equilibrado.

Asimismo, Sebastián Aguilera de Heredia también aportó en el campo de la polifonía vocal cuando compuso en 1618 un conjunto de treinta y seis magníficats titulado Canticum Beatissimae Virginis deiparae Mariae. El magníficat era una pieza cantada interpretada antes de las misas en festividades religiosas extraordinarias y estaba basado en un pasaje bíblico del Evangelio de San Lucas  que comienza "Magnificat anima mea Dominum".

Aguilera envío esta obra a distintas catedrales y cabildos de España y recibió por ello importantes donativos de los destinatarios.

Ejerció de organista de la Seo hasta su muerte en 1627, es decir, durante veinticuatro años, convirtiéndose en una figura de primer orden en la historia de la música para tecla española.


martes, 19 de noviembre de 2013

La flauta shakuhachi de Rodrigo Rodríguez suena en Madrid

Tras una gira por Japón, el maestro de shakuhachi Rodrigo Rodríguez ofrecerá un recital en Madrid el próximo 21 de noviembre junto con Jakomina Kistemaker, que le acompaña tocando gongs Tam Tam y Feng, monocordes cuencos tibetanos y también con su propia voz. El evento tendrá lugar en Espacio Ronda (Ronda de Segovia, 50) y dará comienzo a las 20:30.

Rodrigo Rodríguez, es un músico de origen argentino residente en España que estudió shakuhachi con el maestro Kakizakai Kaoru en el International Shakuhachi Kenshu-kan School.

En el Japón tradicional los monjes Komusō practicaban Suizen, la meditación soplando una flauta larga de bambú o shakuhachi, frente a la meditación clásica de manera sentada o Zazen. Alcanzaban a través de la interpretación instrumental estados elevados del alma.

Los Komusō pertenecían a la secta del budismo zen de los Fuke, que llegó a Japón desde China en el siglo XIII. Era un orden mendicante que vagaba errante por el país pidiendo limosna y tocando la flauta shakuhachi. Su nombre se puede traducir por el poético nombre de “monjes del vacío o de la nada” y su vestimenta incluía una cesta de mimbre en la cabeza que les cubría el rostro por completo, como forma de desapego terrenal.

La música de shakuhachi es evocadora e hipnótica; es como una llamada al interior del ser, como un diálogo íntimo con uno mismo, como una llamada a la calma y a la introspección procedente de la naturaleza. El recital lleva el nombre de Entre Mundos y en este enlace podéis obtener más información al respecto.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Artefactum: la ingenuidad monástica y la picaresca tabernaria medieval

Hoy quiero presentar un nuevo descubrimiento para mí, porque para el resto del mundo llevan en acción desde 1994, y que va perfectamente en la línea que esbozaba yo en otro post sobre cómo debería acercarse la música antigua al público en general. Se trata de Artefactum, un conjunto sevillano de música medieval que plantea principios como los siguientes, con los que no puedo más que coincidir:

“Artefactum sabedor de que ni el aburrimiento ni la solemnidad cuasi litúrgica que envuelven los conciertos son características de la música antigua, y de que ningún juglar ni ministril uso jamás chaqué, se propone devolver al repertorio medieval la frescura y la espontaneidad de las composiciones que interpreta, sin renunciar por ellos al rigor ni a las conquistas de la moderna investigación musicológica.”

Francamente, no podía haber encontrado un sentimiento más afín en relación a la música de épocas pasadas. No soporto la gravedad y la reverencia con la que se tratan estos temas, y me parecen soporíferos los programas radiofónicos de “música culta” cuando no tendría por qué ser así.

Pero vayamos a conocer a los protagonistas de tan singular propuesta. Artefactum lo componen los siguientes músicos y músicas: Francisco Orozco (canto y laúdes), Alberto Barea (canto, rotta y cornamusa), Mariví Blasco (soprano),  Sara Rosique (soprano), Carmelo Cordón (canto), Ignacio Gil (flautas, chirimía, cornamusa), Vicente Parrilla (flautas de pico),  José Manuel Vaquero (Organetto y zanfona), Juan Manuel Rubio (viola, zanfona y arpa gótica), y finalmente,  Álvaro Garrido (percusiones).

Los miembros del grupo en sus publicaciones oficiales presumen de estar curtidos en mil batallas y, sobre todo, de ser capaces de transmitir emociones asociadas al medievo, época que según ellos:

“Puso en contacto la ingenuidad monástica con la picaresca tabernaria, las comodidades de las cortes y las penurias del Camino de Santiago y en Artefactum hay de todo esto, y mucho más.”
Sus programas en efecto están manchados del polvo de los caminos y transmiten al tacto el frío rugoso del sillar y el torreón. Entre los de 2013 destacan  Dieu lo volti (Músicas en torno a las Cruzadas), Tempus Transit Gelidum (Canciones del Invierno y la Primavera medieval), Ars Amatoria (Trovadores), y por último, Tacuinum Sanitatis (Músicas para el buen vivir en el medievo).

Su obra discográfica también resulta extremadamente sugerente: desde cantos del goliardo y de bebida (De la taberna a la corte), hasta música de baile (Danzas instrumentales siglos XIV y XV). Todo ello se puede consultar y comprar aquí.

Y para que os hagáis una idea del sonido de Artefactum os dejo aquí su último vídeo.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Cómo hacer de la música antigua algo divertido

Supongo que este post volverá a despertar la ira de algún erudito musicólogo que me recomendará, como hizo uno recientemente, que me dedique a escuchar música y deje el escribir sobre ella a los expertos, porque no tengo ni idea. Me da igual; yo como otros muchos “analfabetos musicales” intentamos acercar aquello que nos gusta a otros legos como nosotros, algo que los profesionales de la música antigua están lejos de conseguir porque no saben articular su discurso para el hombre de la calle.

Llevaba tiempo preguntándome si no es posible cambiar ese aura de aburrimiento que tiene todo lo relacionado con la música medieval y del Renacimiento que espanta al gran público, un público que por otro lado aprecia, aunque sea en las piezas más conocidas y estandarizadas, el Barroco y el Clasicismo. Pero no me atrevía por miedo a caer en la herejía musical.

Por suerte me he topado con un artículo de Philip Pickett, fundador y director musical de los conjuntos New London Consort y Musicians of the Globe, que reflexiona sobre este tema: ¿cómo hacer de la música antigua algo atractivo y divertido?

En su texto Hard-sell, scholarship and silly titles, Pickett razona que igual que se ha conseguido hacer llegar al gran público grandes obras barrocas se puede hacer lo mismo con piezas renacentistas y medievales; solamente es cuestión de presentarlas de otra manera.

Un tema sobre el que cree que hay que incidir es el repertorio. A menudo nos encontramos en recitales de música antigua en los que, no nos engañemos, la sucesión de piezas para el oído no experto se antoja monótona y aburrida. En este sentido, Philip Pickett sugiere por ejemplo, hacer más variados los repertorios, de forma que se sucedan obras de distintas características, o también  plantear los conciertos e incluso las grabaciones bajo el paraguas de un evento o acontecimiento histórico.

Jordi Savall ya tiene experiencia en este sentido (Jeanne d´Arc, Dinastía Borgia, Carlos V…) y otros como Capella de Ministrers también (Els viatjes de Tirant, Nunca pena fue mayor: música religiosa en torno al papa Alejandro VI…). Crear un contexto histórico o literario para un conjunto de piezas de música antigua sin duda aporta un elemento didáctico que puede atraer al no entendido en la materia.

Pickett va incluso más allá con sus propuestas de popularización de los sonidos de otras épocas:
“Why not introduce theatrical element into concerts? Why not try presenting early lyrics in more immediate modern English translations? Why not combine music with dance, or with mime? Why not juxtapose earlier music with contemporary music, or ethnic music, or even classical music if the contrast makes a point? And if the music had a particular function, then why not try to represent that function in some credible way?”

“¿Por qué no introducir elementos teatrales en los conciertos? ¿Por qué no intentar presentar las letras antiguas en traducciones más cercanas al inglés moderno? ¿Por qué no combinar la música con danza, o con mímica? ¿Por qué no yuxtaponer la música antigua con música contemporánea, o música étnica, o incluso música clásica si el contraste tiene sentido? Y si la música tenía una función específica, ¿por qué no intentar representar dicha función de forma creíble?”
A menudo parece que es un pecado despojar de la solemnidad la música antigua. Los programas radiofónicos son prueba de ello: la mayoría de los locutores de música clásica se expresan en un tono de voz que invita al sueño. ¿Por qué no aprenden de los djs de las emisoras de rock?

En general, se podría llegar a un público mayor adaptando distintos aspectos del sector de la música antigua al mundo en que vivimos y aprovechando elementos aparentemente ajenos. Temas como:
  • El uso de blogs y redes sociales para informar sobre la actividad de los intérpretes, para estar en contacto directo con el público y para interactuar con él.
  • Poner en práctica formas disruptivas de financiación de las grabaciones y de los recitales, como por ejemplo el crowdfunding, en el que el comprador del producto adquiere la categoría de mecenas.
  • Crear merchandising de los grupos y solistas, crear marca y posicionarla, por encima incluso de la música, como ocurre en el pop-rock. Jordi Savall es un buen ejemplo de esto: la gente “ama” la marca Savall. Ha conseguido importar el fenómeno fan al arcaico mundo de la música antigua.
  • La importancia del CD conceptual, creado en torno a un tema en el que todas las pistas tienen un sentido dentro del conjunto y guardan una relación entre sí. Hay que huir del disco con formato de “contenedor de temas dispersos”.
  • Cuidar el diseño y la información que ofrecen los CDs, de forma que ésta sea suficiente como para enmarcar el sentido de la música que contiene para gente no experta.
  • Asociar la música antigua a otros elementos culturales que tengan tirón de masas: obras teatrales, visitas a monumentos históricos, fiestas y tradiciones populares…
En suma, que echándole imaginación podríamos hacer llegar la música antigua a un público más amplio, que a fin de cuentas es lo que queremos… ¿o quizá no?