viernes, 21 de septiembre de 2012

El populacho mató a la vihuela



La vihuela fue el cordófono de moda en el siglo XVI pero su popularidad fue efímera. Resulta curioso como los distintos instrumentos se van sucediendo en el tiempo, podríamos decir que se derrotan unos a otros en los usos y costumbres de la sociedad española.

El laúd, que tuvo su momento en el siglo XV, fue reemplazado por la vihuela en el XVI, y ésta, sucumbió ante la guitarra barroca en el XVII. Entiendo que no fue un proceso tan lineal como lo cuento yo, ni las acotaciones temporales tan precisas, pero a grandes rasgos sí que sirve como descripción de la evolución de la cuerda en España.

Y digo España porque no parece que en otros países europeos la sucesión instrumental haya sido similar. El laúd tuvo un gran apogeo en la Inglaterra del XVI, con una escuela encabezada por el gran John Dowland (aunque trabajó mayormente en Dinamarca y Alemania), que proyectó la música para ese instrumento a las cotas más altas, en términos de técnica y popularidad. En nuestro país, la obsesión por la limpieza de sangre que trajo consigo el reinado de Isabel y Fernando desterró el laúd para siempre como instrumento cortesano por sus connotaciones islámicas.

La vihuela se hizo con el puesto del laúd como instrumento cortesano durante el siglo XVI. España vio florecer una escuela de vihuelistas que empezaron a componer para ese instrumento: Luis de Milán, Luis de Narváez, Alonso Mudarra, Enríquez de Valderrábano, Miguel de Fuenllana, Diego Pisador y Esteban Daza. Era música a menudo basada en danzas o melodías populares para el solaz y esparcimiento de la nobleza.

Los libros de cifra para vihuela publicados en esa época sientan los cimientos de la técnica de interpretación del instrumento. Suele ser muy sofisticada y precisa en cuanto a las exigencias de la ejecución. Curiosamente, dentro de la educación de la nobleza española del Renacimento figuraba el saber tañer la vihuela, es decir, que era un instrumento asociado a la buena sociedad.

Sin embargo, su buena estrella cayó en picado en la segunda mitad del siglo XVI. La guitarra barroca le comió el terreno. Y no fue por que tuviese distintas prestaciones, pues a fin de cuentas eran muy parecidas, sino por la técnica de interpretación introducida por el pueblo. El punteado característico de la vihuela fue sustituido por el rasgueado de la guitarra, una técnica más basta al alcance de cualquiera.

Nos lo explica Rafael Mitjana en su monumental obra “Historia de la música en España” (1920):

“Al tañer punteado artístico propio de los virtuosos vihuelistas sucede el rasgueado, forma típica y nacional de tocar la guitarra, que consiste en rozar rápidamente las cuerdas con los cuatro dedos largos de la mano para producir acordes arpegiados, mientras que el pulgar hace sonar el bajo.”

Los días de la elaborada técnica de la vihuela habían acabado. Uno de los primeros tratados de interpretación de guitarra que refiere Mitjana se publica a finales del siglo XVI. Se trata de la obra del doctor Juan Carlos Amat “Guitarra española y Vándola en dos maneras de Guitarra Castellana y Cathalana de cinco órdenes, la qual enseña de templar y tañer rasgado, todos los puntos naturales y b mollados con estilo maravilloso. Y para poner en ella cualquier tono, se pone una tabla, con la qual podrá qualquier sin dificultad cifrar el tono, y después tañer y cantarle por doze modos. Y se haze mención también a la Guitarra de quatro órdenes”. Es bastante descriptivo el título…

No fueron poco los que lamentaron la plebeyización de la técnica de la cuerda y su caída en manos del populacho. En su obra “Del origen y principio de la lengua castellana” (1674), el doctor Bernardo Aldrete, a la sazón canónigo de la Santa Iglesia de Córdoba, se lamenta amargamente al hablar de la vihuela:

“Ha sido una gran pérdida, porque en ella se ponía todo género de música punteada, y ahora la guitarra no es más que un cencerro, tan fácil de tañer, especialmente en lo rasgado, que no ay moço de cavallos que no sea músico de guitarra”.

Y concluye la entrada correspondiente a la vihuela con una bonita adivinanza relativa al instrumento:

“Todos, sin ser ordenada,
Ordenes dezis que tengo
Pero aunque soy entonada,
Y de tant a orden cercada
Dellas, ni de la Iglesia vengo”

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