domingo, 26 de febrero de 2012

Barry Lyndon: Kubrick y la música clásica

Resulta sobradamente conocido el perfeccionismo con que Stanley Kubrick abordaba las bandas sonoras de sus películas. La música que acompaña al metraje es a menudo tan importante como la misma imagen filmada. Bástenos recordar como la música de Johann Strauss que suena en “2001: odisea del espacio”; la archiconocida escena del “vals espacial”, ha pasado ha formar parte de la cultura popular, habiendo sido repetidamente imitada y parodiada en series de televisión y anuncios publicitarios.

La banda sonora original de su película “Barry Lyndon” es otro ejemplo de cómo las partituras adecuadamente seleccionadas pueden impulsar y engrandecer una obra cinematográfica. El film recibió cuatro premios Óscar en 1975, uno de ellos a la mejor música adaptada, y basado en una novela de William Thackeray, narra el despiadado ascenso social de Redmond Barry en la sociedad irlandesa del siglo XVIII. Se podría contar de esta obra que fue rodada íntegramente con luz natural, usando objetivos Zeiss de los que utilizaba la NASA para realizar las fotografías desde los satélites, o que cada plano presenta una simetría y perspectiva propias de una obra pictórica, pero este no es un blog de cine.

La banda sonora de “Barry Lyndon” incluye una importante selección de piezas musicales de compositores del siglo XVIII, además de evocadoras melodías de corte céltico del conjunto irlandés The Chieftains. En una entrevista a Stanley Kubrick firmada por Michel Ciment y publicada en 1980, el director justificaba su utilización de música no especialmente compuesta para sus películas:

"A pesar de todo lo buenos que puedan ser nuestros mejores compositores de música para cine, no son unos Beethoven, unos Mozart o unos Brahms. ¿Por qué utilizar música peor cuando existe una gran cantidad disponible de música orquestal genial del pasado y de nuestro propio tiempo?"

En la misma entrevista relata, en relación con lo anterior, el problema que tuvo con “2001”. Parece ser que había montado temporalmente la película con partituras “clásicas” que se ajustaban a las escenas (Strauss, Legeti, Khatchaturian) y que luego había contratado a un músico para que compusiese una banda sonora específica para el film. Cuando éste le presentó su trabajo, se dio cuenta de que no podía haber compuesto una música más ajena al espíritu de la película, pero el estreno era inminente y ya no le daba tiempo a encargar otra banda sonora original. Así que dejó en la cinta las melodías que figuraban al principio y que solamente debían haber servido de guía para el compositor de la banda sonora, y gracias a ello, “2001: odisea del espacio” es la maravilla que ha llegado hasta nosotros.

Ente los compositores incluidos en la banda sonora de "Barry Lyndon" destacan nombres como Vivaldi, Mozart, Handel o Bach, aparte de una curiosa marcha de Federico el Grande.

Resulta gracioso que en la entrevista se le acusa de falsear, aumentando su dramatismo, la famosa pieza “Zarabanda” de Handel, verdadera identidad sonora de la película, a lo que el realizador responde:

“Esto surgió de otro problema sobre la música del siglo XVIII – no es demasiado dramática. La primera vez que me encontré con este tema de Handel fue a través de una interpretación de guitarra y, por extraño que parezca, me hizo pensar en Ennio Morricone. Creo que funcionó bien en el film, y la sencilla orquestación evitó que sonará fuera de lugar.”

Recordemos que no era la primera vez que Kubrick adaptaba a su antojo piezas clásicas. La “Música para el funeral de la Reina María” de Purcell que abre “La naranja mecánica” fue transformada de marcha fúnebre en una melodía inquietante de pesadilla por el compositor/a Wendy Carlos.

Otro “truco” utilizado por Stanley Kubrick es la inclusión de Schubert en la BSO, un músico posterior a la época que refleja la película, en concreto, en la escena de la seducción de Lady Lyndon por parte del protagonista. De nuevo el director se justifica:

“Pensé que lo correcto era utilizar solamente música del siglo XVIII. Pero a veces te fijas normas a ti mismo que demuestran ser innecesarias y contraproducentes. Creo que debo haber escuchado cada LP que puedes comprar sobre música del siglo XVIII. Uno de los problemas que en seguida se hizo evidente es que no existen temas trágicos de amor entre la música del siglo XVIII. Así que eventualmente decidí utilizar el “Trío en Mi bemol, Opus 100” de Schubert, escrito en 1828.”

Por último, me gustaría destacar otra de las piezas adaptadas del disco, que personalmente considero de las más bellas. Se trata de la versión del “Saper bramate” de la ópera del compositor Giovanni Paisiello “El barbero de Sevilla”, aquí incluida en versión instrumental. Para mí representa el espíritu del clasicismo en la música. La reproduzco a continuación.




miércoles, 22 de febrero de 2012

Giuliani, el cassette y la cultura digital


Grabado procedente de Wikipedia
A veces no nos damos cuenta de lo mucho que nos ha cambiado la vida las redes. Mucho antes de la eclosión de Internet, había por mi casa una cinta de cassette grabada de Radio Nacional cuyo contenido era un programa de música renacentista para guitarra, en su mayoría, pero que acababa con una pieza para orquesta que a todas luces pertenecía a una época posterior. El caso es que me enamoré de esa melodía en la que, tras una introducción de todos los instrumentos, entraba una guitarra solista que entablaba una conversación musical con el conjunto. El problema era que, aunque la cinta duraba 90 minutos, esta pieza había sido grabada casi al final y se cortaba a los pocos minutos de empezar. Por otro lado, había sido suprimida la introducción del locutor radiofónico, por lo que no tenía la menor idea acerca del título de la obra ni del nombre de su autor. Y ahí quedó la cosa durante años.

De repente llegó el tsunami de Internet y todos entramos en las redes y en la era de la información, o mejor dicho, en la sobreabundancia de información. Varios años después de mi inmersión digital me acordé de la cinta dichosa y de la maravillosa música que contenía, y decidí emprender la búsqueda, una verdadera queste del Grial,  para conseguir identificar la pieza y el autor. Contaba con las siguientes pistas, medianamente avaladas por mis escasos conocimientos de música culta:

  • La obra en cuestión era un concierto para guitarra, dado que asemejaba una contienda (concerto en italiano) entre el citado cordófono y el resto de la orquesta.
  • El aire airado y heroico de la melodía parecía haber superado la rigidez formal del barroco pero no mostraba aún la pasión del Romanticismo, por lo que probablemente pertenecía al Clasicismo, que los libros y expertos sitúan entre 1750 y principios del siglo XIX.
  • La pista anterior quedaba en parte justificada por el hecho de tratarse de una orquesta completa y no de un conjunto de cámara, más propio de épocas anteriores.

Así que me dedique a mirar en webs de música buscando nombres de compositores para guitarra del siglo XVIII, comprobando con sorpresa y alegría que la lista de los principales no pasaba de diez. Después apliqué el filtro de aquellos que habían escrito conciertos para las seis cuerdas y la lista se redujo algo. Finalmente, me fui a Amazon.com, donde antes de comprar un disco on line te permiten escuchar el principio de cada pista, y me dedique a buscar mi preciado concierto entre la obra disponible de los músicos seleccionados. La verdad es que no me costó mucho llegar a esclarecer el misterio e identificar la obra en cuestión como el primer movimiento del Concierto para guitarra Nº1 Opus 30 en La de Mauro Giuliani. La búsqueda de años había llegado a su fin.

Mauro Giuliani fue un prolífico compositor italiano de música para guitarra, además de profesor e intérprete de reconocida pericia, que nació en 1781 y se codeó en Austria con figuras de la talla de Beethoven o Rossini. De hecho, gran parte de su obra la constituyen adaptaciones a la guitarra de fragmentos de óperas de éste último, las denominadas Rossianas. También compuso para violín y creo que para cello, aunque desconozco (por ahora) esa parte de su obra.

A continuación he insertado el primer movimiento del citado concierto para guitarra que me trajo loco durante tanto tiempo. En otro post hablaré de sus ariettes o canciones para guitarra y soprano, que es de la música más dulce y evocadora que he escuchado jamás.