lunes, 25 de julio de 2011

Insospechada presencia de juglares guitarristas en la Castilla del siglo XV


Interrumpo el letargo estival inducido en el que estaba sumido este blog para realizar un breve apunte sobre la presencia de la guitarra en la España medieval. Con la simplicidad que me caracteriza, yo tenía entendido que este instrumento no se había puesto de moda, aun existiendo previamente, hasta el siglo XVII, tras sustituir al cordófono rey del XVI, que fue la vihuela. En siglos anteriores ésta última había compartido protagonismo con el laúd para acabar sustituyéndolo, especialmente en los gustos cortesanos, como relataba en un post anterior. Pues parece ser que la guitarra tuvo una época de esplendor en Castilla previa a la publicación de los grandes tratados de vihuela, es decir, entre 1535 y 1576, siendo utilizada por juglares de gran renombre. No sé por qué yo había concebido una sucesión de instrumentos de cuerda lineal y ordenada, cuando la realidad siempre es más variada y compleja, gracias a Dios.

Relata Ramón Menéndez Pidal que en la corte de Juan II de Castilla existía una verdadera escuela de juglares guitarristas que exportaban su arte a los reinos vecinos de Aragón y Navarra. Habla de nombres como Juan de Palencia, Alfonso de Peñafiel, “tocador de guitarra del maestre de Santiago”, o de los juglares Alonso de Carrión, Alfonso de Toledo y Martín de Toledo, que en 1414 recibían don del rey de Navarra. En la corte de Alfonso V de Aragón servía el juglar Rodrigo de la Guitarra, cuyo origen castellano es avalado por la carta que este monarca dirige a Juan II: “el fiel ministrer de cuerda de nuestra cambra Rodrigo de la Guitarra, con su criado Diaguiello, de nuestra licencia va asci a vuestra cort por fazer a vos devida reverencia, como vasallo vuestro, e por fazer a vos servicio e plazer de su oficio”. Parece ser que el tal Rodrigo era tenido en gran estima por el rey aragonés y acompañándole a Nápoles en 1421, pues Alfonso era rey de Aragón y Sicilia, recibe en Palermo el cargo de cónsul de los castellanos de la ciudad, que era remunerado con el cobro de los derechos que debían satisfacer los navíos castellanos que atracaban en dicho puerto.  

Curiosa anécdota histórica y musical y otra pieza más en el rompecabezas de la música antigua española.