miércoles, 25 de mayo de 2011

Festivales de Buitrago de Lozoya

FESTIVAL DE MÚSICA ANTIGUA MARQUÉS DE SANTILLANA [15 – 17 de JULIO de 2011]

Viernes 15, 21:00, Patio de Armas: “LA FOLÍA” Grupo de música barroca y antigua. Música instrumental de Tomás Luís de Victoria en el IV Centenario de su fallecimiento. Influencia de la música árabe en la música española.

Sábado 16, 13:00, Iglesia Santa María del Castillo: “SCHOLA POLIFÓNICA DE MADRID” Música de amor sacro y amor profano.

Sábado 16, 21:00, Patio de Armas: “MÓNICA MONASTERIO” Música Sefardí.

Domingo 17, 12:00, Iglesia de Santa María del Castillo: “SCHOLA GREGORIANA DE MADRID” Acompañamiento de la Misa y Concierto de Canto Gregoriano.

FESTIVAL DE MÚSICA CLÁSICA MARQUÉS DE SANTILLANA [22 de JULIO – 7 de AGOSTO de 2011]

Viernes 22: Combinación mágica de tango y música clásica.

Sábado 23: Un fantástico trío de sopranos solistas con un fantástico repertorio lírico.

Domingo 24: Clásico, flamenco, jazz… todo ello combinado bajo el saber hacer de uno de los mejores pianistas de nuestro país.

Viernes 29: Una gran orquesta procedente de Japón.

Sábado 30: Un trío de cuerda con piano traerá un repertorio musical de la Europa del Este.

Domingo 31: Un primer concierto de uno de los directores artísticos de nuestro Festival de Música Clásica: Ara Malikian.

Sábado 6: Una formación histórica nos llevará al siglo XVIII y a la historia del castratti más famoso de la historia: Farinelli.

Domingo 7: Cierre del Festival con un nuevo concierto del violinista armenio Ara Malikian.

viernes, 20 de mayo de 2011

El capitán Tobias Hume: “la música es la única parte afeminada de mí”

Personaje singular donde los haya, Tobias Hume ha pasado a la historia de la música renacentista inglesa como un freak y un outsider, cuya obra sin embargo ha sido finalmente apreciada con el paso de los siglos. Di con una pieza suya en el CD “Shakespeare and English Music” (Naive, 1999) y la verdad es que lo poco que se contaba en el libreto sobre él sumado a la interpretación que hacía Jordi Savall de su composición “A Souldiers Resolution” atrajeron mi atención. Militar, compositor, defensor de la viola, buscavidas y pobre de solemnidad, sería el resumen de su biografía.

Se supone que nació antes de 1570 y que estuvo de mercenario con el grado de capitán en el ejército del rey de Suecia, para posteriormente engrosar las filas del zar de Rusia en numerosas batallas. Otra cosa no, pero en aquella época guerras no faltaban en Europa. Resulta gracioso como este rudo y viril soldado considera su pasión por la música como “la única parte afeminada de mí”, tal y como lo expresa en uno de sus escritos: “as my Education hath beene, Armes, the onely effeminate part of me, hath beene Musicke”. En otoño de 1629, al finalizar la guerra entre Suecia y Polonia, Hume vuelve a Inglaterra y se instala en la Cartuja de Londres (London Charterhouse), una institución de beneficencia que acogía a caballeros y militares venidos a menos. Se entiende que en esa época ya había cumplido los sesenta años, dado que esa era la edad mínima de admisión. Allí falleció en 1645 en la más extrema pobreza.

La obra de Tobias Hume se concentra en dos libros, publicados respectivamente en 1605 (“Musicall Humor”) y 1607 (“Poeticall Musicke”), que de alguna forma chocan con el espíritu musical de la época. La herejía más sobresaliente de la obra de Hume es la defensa que hace de la viola, que protagoniza las composiciones de prácticamente todo su primer libro, en un tiempo en que el laúd era el instrumento estrella, aunque su declive estaba cercano. Esta actitud y su heterodoxia a la hora de componer, aparte de granjearle el rechazo de los musicólogos contemporáneos, le valió replicas airadas por parte de una “estrella” del laúd como John Dowland en 1612.

El capitán Hume era un reconocido bromista, algo que queda patente en su obra. Como ejemplo de esto último, su pieza “An Invention for Two to Play upone one Viole”  está compuesta para que dos músicos con un arco cada uno toquen en la misma viola, debiéndose sentar el más bajito de los dos en el regazo del otro. Por otro lado, la obra que citaba al principio de este texto, “A Souldiers Resolution”, lleva el aire marcial hasta tal punto que la viola evoca las trompetas y los tambores militares, estos últimos aporreando con el arco sobre el instrumento.

Sus intentos de dar a conocer su música y obtener el mecenazgo de los notables se sucedieron sin éxito a lo largo de su vida. Dedicó su segunda obra, la de 1607, a la reina Ana de Dinamarca esposa de Jaime I de Inglaterra, en un tono casi suplicatorio. También, una vez en Inglaterra, solicitó la dirección de misiones militares y también sin resultado positivo. Dirigió una carta al monarca Carlos I Estuardo ofreciéndose a servir de enlace para las comunicaciones con el rey de Suecia, pidiendo para ello el mando de 120 hombres. Pero era una persona demasiado estrafalaria como para confiar en ella. En 1642 editó un panfleto, dirigido al Parlamento, en el que se autoproclamaba coronel y en el que proponía dirigir una misión militar para aplastar la rebelión católica irlandesa. El texto destila patetismo y desesperación; ruega que no se le trate como a un idiota o como a un loco y explica que ha tenido que empeñar sus mejores galas para sobrevivir y que pasa tanta hambre que tiene que ir a buscar caracoles para poder alimentarse. Por supuesto su petición cayó en oídos sordos y Hume murió pobre y medio loco en la Cartuja de Londres tres años más tarde. La vida puede ser muy cruel con determinadas personas.



domingo, 15 de mayo de 2011

El canto del cisne del clavecín en Francia


Fotografía procedente de Wikipedia
Resulta curioso cómo los instrumentos pueden llegar a ser víctimas del devenir de las tendencias sociales e históricas. Ya comentamos el proceso que llevó a sustituir el laúd por la vihuela en la España renacentista, en parte por su asociación con lo morisco, en plena obsesión por la pureza de sangre de los castellanos viejos. Un caso similar es el del clavecín, un instrumento asociado a la aristocracia, que tras la Revolución Francesa es abandonado por el fortepiano, que acabó siendo un instrumento representativo de la burguesía gala.

Sin embargo, el clavecín, clave o clavicémbalo, conoció una época dorada en el país vecino precisamente en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las sesiones musicales pasaron de la corte a las casas de particulares, ampliando cuantitativamente el público que tenía acceso a esta música. La vida musical francesa sufrió un duro golpe con la muerte del rey Luis XIV en 1715, un verdadero defensor del poder de enriquecimiento cultural de esta forma artística, dado que su sucesor, Luis XV, resultó ser un débil mecenas que concebía la música como un mero divertimento o elemento ornamental. En lo que respecta a la corte, la actividad de impulso y apoyo a este arte decayó notablemente.  

Y en este caso la “iniciativa privada” salvó la situación, abriendo paso a una época dorada de la música francesa en general y de las piezas para clave en particular. Dos importantes melómanos, Jean Roseph Le Riche de La Pouplinière, a la sazón ministro de Estado, y la famosa Madame de Pompadour, amante de Luis XV (siempre hay una mujer brillante detrás), empezaron a organizar conciertos privados en París, convirtiendo estas audiciones en una moda aristocrática que empezaron a seguir otras familias patricias de la ciudad. Y de esta manera, contrataron a compositores de la talla de Rameau, Royer o Duphly. En concreto, Rameau tuvo a su cargo durante más de veinte años la dirección de la orquesta del financiero La Pouplinière (cuya mujer era ardiente admiradora de Rameau, de su música,  entiendo), y por su parte Joseph Nicolas Pancrace Royer estuvo catorce años como responsable de los “Concerts Spirituels”, hasta 1762.

Jean-Philippe Rameau es considerado como uno de los músicos franceses más importantes del clasicismo previo al siglo XIX, que comenzó a escribir óperas casi a los cincuenta años de edad, hasta un total de treinta y una. Por desgracia, su obra lírica cayó en el olvido hasta que fue redescubierta a mediados del siglo XX. Sin embargo, sus piezas para clavecín, muy influidas por la sonata italiana, sobrevivieron durante el siglo XIX gracias a que fueron interpretadas en piano. Royer por su parte ha pasado a la historia como divulgador, dado que consiguió que muchas de las composiciones más importantes que no habían salido de los muros de la casa de La Pouplinière fuesen incorporadas al repertorio de los “Concerts Spirituels” alcanzando a un mayor volumen de público.

Jacques Duphly dicen que había practicado el clavecín para no estropearse las manos con el órgano. Fue maestro de música en diversas grandes familias de París y era considerado en la época como uno de los mejores intérpretes vivos del instrumento. Su muerte tiene cierto simbolismo asociado con el declive del clavecín dado que tuvo lugar el 15 de julio de 1789, al día siguiente de la toma de la Bastilla.

En el vídeo insertado a continuación se interpreta una zarabanda de Rameau.


lunes, 9 de mayo de 2011

El Canto de la Sibila: un elemento pagano en la liturgia medieval

Es bien sabido que el culto cristiano, si bien se basa como todas las religiones en la autenticidad y originalidad del dogma, incorpora tanto en sus formas como en sus ritos elementos procedentes de otras culturas y credos. Sin ir más lejos, la fecha establecida del nacimiento de Jesucristo coincide con la del alumbramiento del dios persa Mitra y no hace falta ser Howard Carter para identificar el origen de la iconografía mariana en las representaciones de la diosa egipcia Isis con su hijo Horus en brazos que exhibe el Museo Arqueológico de Madrid. Si vamos tan lejos como Robert Graves en “La Diosa Blanca”, podríamos asociar a los santos patrones de algunos los pueblos de España, que se celebran en invierno y en verano respectivamente, con los hermanos Osiris y Seth, el dios del año naciente y el dios del año menguante. El caso que nos ocupa es una forma musical incorporada al culto eclesiástico de la Edad Media que tiene su origen en una figura del mundo clásico, como es la pitonisa del oráculo de Delfos.

Con un fin pedagógico, nació el teatro litúrgico en la España del siglo XII. Al igual que los frescos en las paredes de las iglesias románicas, los conjuntos escultóricos dentro y fuera de los templos, y más adelante, las representaciones gráficas de las vidrieras de las catedrales, este tipo de escenificaciones cumplían la función de educar al pueblo iletrado en las Sagradas Escrituras en general y en el dogma católico en particular. En las épocas más solemnes y significativas, el pueblo entero se reunía para interpretar, bien con el canto, el gesto o la mímica, las escenas de la Natividad, la Pasión durante la Semana Santa o la Resurrección en Pascua.

En su monumental obra sobre la música en España, Rafael Mitjana nos cuenta: “Al principio el pueblo no tomaba parte directa en la representación, limitándose a cantar los himnos, pero poco a poco se quiso dar más importancia a la acción dramática y a la puesta en escena; entonces se añadieron al texto sagrado ilustraciones sacadas del mismo. El Nacimiento se situaba cerca del altar, los sacerdotes representaban a los personajes de la Sagrada Familia, hacían falta pastores para adorar al Divino Niño y fue el pueblo el que se encargó de interpretar los nuevos papeles.”  En consecuencia, este género introdujo en su operativa danzas y canciones populares, y entre estas últimas, floreció el villancico, cuyo propio nombre denota su bajo origen.

Pero el objeto de este artículo es la interpretación que realizaba un curioso sujeto vestido a la guisa oriental que aparecía durante la celebración del Oficio de Navidad: el Canto de la Sibila. El misterioso personaje hacía su entrada en escena en medio de la alegría general por el nacimiento del Salvador, y con voz sombría y fatídica anunciaba el fin del mundo y el juicio final. Era una forma de recordarle al vulgo que el fin está siempre cerca.

La sibila, aparte de las connotaciones mitológicas que pueda tener, era la pitonisa del oráculo de Delfos, una mujer a través de cuya voz se suponía que el dios Apolo emitía sus profecías (previo pago). Habitaba en una cueva y vaticinaba en estado de trance (colocada diríamos ahora), pues ejercía bajo la influencia de sustancias psicotrópicas o hierbas aromáticas.
En la liturgia medieval el personaje de la sibila era interpretado por un niño, dado que las mujeres según las leyes canónicas no podían tomar parte en ninguna de las ceremonias del culto. Era un niño del coro, de voz argentina, que tocado con un exótico turbante y opalandas orientales, entonaba una extraña melodía vaticinando el fin del mundo, mientras que otros dos niños vestidos de ángeles repetían el estribillo y agitaban espadas llameantes.

De larga tradición en Mallorca, el Canto de la Sibila (Cant de la Sibi-la) fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESO en 2010. De hecho, el legado se ha mantenido desde la Baja Edad Media especialmente en Mallorca y en Alguer (Cerdeña).


jueves, 5 de mayo de 2011

REMA: la Red Europea de Música Antigua


Un interesante proyecto: una red para unir a todos los agentes europeos, -intérpretes, instituciones, festivales…-, dedicados a la música antigua en Europa. Creada en 2000 y con sede en París, esta iniciativa pretende dar conocer y defender la herencia musical europea y defender los intereses de los que se dedican a tan nobles quehaceres, véase, interpretar melodías arcaicas. REMA recibe el apoyo de la Comisión Europea.

En concreto, los objetivos que persigue REMA se pueden resumir en:

  • Crear una federación de los intérpretes de música antigua europea..
  • Descubrir nuestra herencia común.
  • Crear una base de datos sobre el tema.
  • Apoyar nuevos talentos.
  • Impulsar la difusión de la música antigua.
  • Impulsar el conocimiento del público mediante el apoyo a giras y festivales y a la posproducción, como por ejemplo, material grabado.

En suma, se trata de una red de expertos y músicos, que pretende dar a conocer las formas musicales de la antigüedad europea. Hay que resaltar, que recientemente ha sido designada presidenta de esta organización, Dori López, directora del Servicio de Acción Cultural del Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Navarra.

Podéis acceder a su web a través de la dirección: http://www.rema-eemn.net/eng/

domingo, 1 de mayo de 2011

Mahler: el que venga a verme sabrá quién fui

Ya sé que este es un blog de música medieval, renacentista y barroca, pero como el que hace la ley hace la trampa, hoy toca hablar de Gustav Mahler. Y al que proteste le endiño un post sobre la canción de cabaret de Kurt Weill. El caso es que en el suplemento “Babelia” del país del sábado pasado aparecía una reseña de Jesús Ruiz Mantilla sobre una biografía de Mahler,  recientemente traducida al castellano, que lleva por título “¿Por qué Mahler? Cómo un hombre y diez sinfonías cambiaron el mundo”, de Norman Lebrecht. El excelente artículo de Ruiz Mantilla ha determinado que dicho volumen (Alianza Música) sea objeto de mis pesquisas en la próxima Feria del Libro de Madrid y pase a formar parte de mi lista de espera de lecturas, actualmente integrada por la autobiografía de Keith Richards, obras sobre poesía juglaresca e iconografía medieval, y varios tratados de filosofía de Russell, Sartre y Schopenhauer, además de un libro sobre criptografía (soy muy disperso, qué le voy a hacer).

Parece ser que Lebrecht se ha sumergido, a lo largo de 400 páginas, en la compleja y atormentada personalidad del músico, dibujando, a través de testimonios de sus contemporáneos y del propio Mahler, la brillantez y el inconformismo que le llevó a revolucionar el panorama musical de su época, el del paso del siglo XIX al XX, en general, y la sinfonía en particular. Se le define como un outsider y un subversivo, un compositor al que su tiempo no entendió, cuya obra es más acorde con éste nuestro siglo. De hecho, hace poco desbancó a Beethoven como el músico más interpretado en los auditorios, según reza el artículo. El propio Mahler era consciente de la proyección de sus composiciones cuando afirmaba “mi tiempo llegará”, al sentirse despreciado por sus contemporáneos.

La reflexión omnipresente en su obra por la muerte y la existencia, derivada de haber experimentado de pequeño el fallecimiento de varios de sus hermanos y de mayor el de una hija, le acerca a planteamientos filosóficos de la segunda mitad del siglo XX. También condiciona su carácter melancólico: “la tristeza es mi único consuelo”, afirmó una vez. La naturaleza, cuya preservación es una obsesión actual, es otra de las constantes en su acervo musical. Una personalidad bipolar le llevaba a pasar de la euforia a la depresión. Conoció a Sigmund Freud, que le trató en una única sesión de cuatro horas, y reconoció haber quedado fascinado por “el misterioso edificio de su personalidad”.

Su música rompe todos los cánones y reglas de su época, empezando por componer sinfonías de más de cuatro movimientos, un escándalo. No voy a entrar en tecnicismos que no entiendo, pero baste saber que abordó el proceso creativo desde perspectivas inéditas y desde la más absoluta libertad. Menospreciado u considerado un orate, su importancia crece tras la Segunda Guerra Mundial gracias a la reivindicación que hacen de su obra músicos como Leonard Bernstein, Bruno Walter o Bernard Haitink. Hoy en día Malher resulta imprescindible para comprender la música actual. Se cumplió el epitafio que dejo escrito y que figura en su lápida: “El que venga a verme sabrá quién fui. El resto no necesita enterarse”.

A pesar de que tanto Visconti como Alfonso Guerra se inclinan por la quinta, mi sinfonía preferida de Gustav Mahler es la cuarta, y en concreto, el cuarto movimiento que incluye el sólo para soprano y que es interpretado en el vídeo que enlazo a continuación. Me ha parecido interesante reproducir la traducción del texto por lo que tiene de irónico y gracioso.

Vida Celestial
(De "El cuerno mágico del niño")

Disfrutamos los placeres celestiales
Y por lo tanto evitamos los terrenales.
Ningún tumulto terrenal
Se escucha en el Cielo
Todo vive en dulce paz
Vivimos una vida angelical
Y estamos totalmente felices por ello
Bailamos y saltamos,
Brincamos y cantamos.
San Pedro desde el cielo observa.

Juan deja al corderillo afuera
El carnicero Herodes observa.
Llevamos paciente
Inocente, paciente,
Al Cordero a la muerte.
San Lucas mata a los gansos
Sin pensar ni dolor.
El vino no cuesta ni una moneda.
En las bodegas del Cielo;
Los ángeles hornean el pan.

Finas hierbas de toda clase,
Crecen en la huerta del Cielo,
Buenos espárragos, legumbres,
Y todo lo que queramos.
¡Platos llenos están listos para nosotros!
Ricas manzanas, ricas peras y ricas uvas,
Y los jardineros que todo permiten
¿Quieres venado? ¿Quieres liebre?
Vienen corriendo calle abajo.

Si viene un día de fiesta,
Los peces vienen nadando alegremente
Ahí va San Pedro corriendo
Con su red y anzuelo
Al estanque celestial
Santa Marta debe ser la cocinera.

No hay música en la Tierra
Que se pueda comparar a la nuestra.
Once mil vírgenes
Se confían en bailar,
Y hasta Santa Úrsula ríe por ello.
No hay música en la Tierra
Que se pueda comparar a la nuestra.
Cecilia y sus parientes
Son excelentes músicos de la Corte.
Las voces angelicales nos cantan
Y alientan a nuestros sentidos
A despertar a la alegría.